miércoles, 18 de marzo de 2009

UNA NUEVA VERSION DEL PERDON

Reflexionando acerca de algunos eventos recientes, estuve ahí dándole manija al asunto del perdón y llegué a la conclusión de que nos hemos creado una nueva versión del perdón o de aplicar el perdón, uno made just 4 u o hecho a tu medida... como más nos guste llamarlo. Porque, hablando en serio, para quienes somos cristianos es súper fácil decir: “SI HE PERDONADO, TE PERDONO, ¿YO GUARDANDO RENCOR? AY NO, COMO CREES SI SOY CRISTIANO” – y cosas por el estilo...o no?.


Nos hemos convencido (o nos han convencido) de que por el simple hecho de decirlo en voz alta osea- "confesarlo" y sin más, se convierte en realidad, en una verdad irrefutable, osea “yo perdono a fulano, sultano y perensejo, punto”. Como si la onda de la “confesión positiva” (con lo que dicho sea de paso, no estoy muy de acuerdo) conjurara, al mismo estilo de Harry Potter, un hechizo de perdón instantáneo, y eso, por supuesto no es exclusivo del perdón, se aplica a cualquier otra área y si no lo crees: no tienes fe, eres un cristiano frío, no tienes comunión con Dios y toda la baraja de sandeces con las que etiquetan a quienes no creen ciertas doctrinas o no les siguen la corriente.


También está el asunto de la “sanidad del alma”, ojo no tengo nada en contra de ello (a pesar de que es extrabíblico), simplemente estoy en contra del abuso del que ha sido objeto, se ha convertido en la muletilla, lo imprescindible para poder perdonar, por tanto nos aferramos a esta excusa para hacernos de la vista gorda con la falta de perdón y ya nos encontramos con cosas como “necesita sanidad del alma, necesita ministración, es que no hay consejeros en la iglesia, tiene un espíritu seguramente” y bla, bla, bla... Siempre la vía fácil, caray!.

Lidiamos con tantos problemas a diario, que una cosa tan minúscula como un pequeño resentimiento, una miradita de odio, una palabrita viperina, un deseo malvadín, las pasamos por alto y ni caso les hacemos, total:

somos humanos, no tiene nada de malo”

¿¿¿pero es qué no ves lo que me ha hecho???”

No es la primera vez”

Por si acaso, el único perfecto es Dios”

Una cosa es que perdone y otra que olvide, ni tonta que fuera”

Lo tratamos como al asunto de la “mentirilla blanca” (Ay Diosito perdóname por fis ¿ya?) y aquí no pasó nada. Y así, sin darnos cuenta, permitimos que esa pequeña semillita germine y brote una raicita de amargura. De ahí, luego de un tiempo, nos encariñamos con la dichosa plantita, la regamos y alimentamos hasta que se convierte en un frondoso arbolito, al que luego, por puro gusto, lo podamos cual bonsái. Ya no lo vemos igual, es “mí arbolito, mí bónsai, mío, mío de mí”, atesoramos nuestros dolores con codicia y nos cuesta dejarlos atrás.


Siendo justa con los de mi especie, a veces, esa amargura- resentimiento está tan arraigado y es tan antiguo que se encuentra firmemente cosido a la estructura de nuestro temperamento/personalidad y ni cuenta nos damos o lo hacemos y no nos importa o lo justificamos. Poniéndolo de otro modo, se convierte en la excusa perfecta para nuestras acciones y reacciones, para evadir responsabilidades o chantárselas a algún otro. No es fácil ir y decir “PERDÓN O TE PERDONO” osea, decirlo de verdad, porque involucra a nuestro ya adolorido corazón y siempre nos ronda el temor de que nos vuelvan a hacer lo mismo y que nos rechacen, nos manden por un tubo o nos ignoren, es decir, somos vulnerables, nos ponemos en manos del otro y eso no nos gusta y por último está el muy conocido “¿Porque yo si fue el otro?”.


Pedir perdón, sobre todo si creemos que no es nuestra culpa es un K.O. al orgullo, un bofetón a nuestro ego, porque es archi conocido que no es fácil enfrentarnos a quienes nos lastiman, sobre todo si se trata de quienes amamos, por tanto, no es fácil, porque no nos gusta morder el polvo, verdad?.

Veamos: el “Yo no confío en nadie”, por ejemplo, puede traducirse en “me engañaron, abusaron de mi confianza, me traicionaron, me desilusionaron, contaron mi secreto”, por tanto, se convierte en una excusa para ser suspicaz (es decir, receloso, inclinado a la sospecha y a la desconfianza). Póngale el ejemplo que más les guste...

Hay que hilar fino aquí: Nos encanta sentarnos en nuestro trono de superioridad con el dedo acusador apuntando a todos los “filisteos incircuncisos y cristianos hipócritas que pululan por ahí”, a quienes miramos hacía abajo con afectación, como una plaga. Y no es broma! Como siempre he dicho, los cristianos tenemos varas de distintos tamaños, siendo la del perdón la más caleta, la que pasa piola, porque no ve, porque la podemos camuflar con depresión, enojo, angustia, stress y los hay más osados quienes le imputan el peso de su mala leche a los pobres y tristes demonios, ¿qué? ¿no?:


es un ataque espiritual”

tiene opresión demoníaca”
seguro que ha abierto una puerta”

Ah no, te aseguro que es un espíritu familiar o un pecado generacional”.


Pero no nos detengamos ahí, no solo está el hecho de que la falta de perdón afecta nuestra vida espiritual y nuestras relaciones interpersonales, también afectan el carácter, la personalidad y la salud. Una persona resentida, es agria, mordaz, hipersensible, fosforito, de correa angosta, tiene un genio de la patada, todo le huele y todo le apesta, neurótica, paranoica, compulsiva, irritable, con tendencia a la depresión, el suicidio y un largo etcétera. Hasta dicen que el resentimiento es un desencadentante de la artritis y ciertos problemas con los huesos (pero obviamente no lo puedo asegurar). Como consecuencia, se vuelven volubles, siempre a la merced de los comentarios, las palabras, las actitudes, las acciones de la persona que los hirió o de quien les recuerda al agresor, viven siempre con temor de que si algo se dice o se hace o sucede es porque hizo algo mal, por tanto, evita tomar cualquier riesgo, cuida su reputación al máximo, cada paso es medido, calculado, incluso, hasta desarrolla una personalidad alternativa con el fin de esconder sus verdaderas emociones, para que nadie se de cuenta de lo que realmente es: una persona herida.. o por el contrario, usan su dolor para captar aceptación, valoración, atención y cuando no se la das: se ofenden, se molestan, “aquí no hay amor” o “que clase de cristianos son”.

La verdad de la milanesa es esta: Jesús nos dice que debemos perdonar infinitas veces a quien nos ofende-lastima-hiere, que el amor cubre multitud de pecados, que si alguien te da en el cachete pongas el otro y el que no ama no ha conocido a Dios. En verdad, el hecho de guardar rencor (por tanto, no perdonar) nos pone en un serio aprieto con Dios y con nuestro entorno, porque, y aunque te pinche el globo, NO ERES EL CENTRO DEL UNIVERSO. Bueno, las cosas no las tenemos fáciles, no tenemos opción, o perdonas o te soplas un árbol de amargura, si no perdonas no amas, si no amas no has conocido a Dios, si no has conocido a Dios pues tienes un pase VIP al concierto de “Luci y sus espectros”. ¿Para que dorar la píldora, así son las cosas?. Ojo que no estoy diciendo que no ames a Dios o que no creas en El, así que no te me ofendas y si lo haces piña.


¿Que hacer entonces?

No hay una receta infalible ni un manual con pasos a seguir. Cada caso, cada historia, cada problema son diferentes entre si, de la misma manera en que no hay dos seres humanos iguales, pero en cualquier caso no hay excepción a la regla: HAY QUE PERDONAR, ni vuelta que darle.


En líneas generales todo este asunto del perdión se centra en simples palabras, tan simples como difíciles: DECISIÓN, CONFRONTACION Y RESTAURACION. ¿Porqué?. Pues, para empezar porque tienes que decidir perdonar. Así como decides amar, también puedes decidir perdonar. No importa cúan grave sea la falta, (puesto que bíblicamente no existe clasificación de faltas así como tampoco de pecado, ya sabemos, el adulterio es tan grave como una mentirita o un homicidio) e independientemente de quien cometió la falta. Respecto a la confrontación, pues vas donde la persona y le dices que la perdonas, pero hacerlo de verdad, porque de boca para fuera no vale eh??. Luego, empieza el proceso de restauración de las relaciones y del corazón.

Es decir, decides, confrontas y luego viene la restauración y con ella la paz mental, espirital y física. Todo ello obviamente, de la mano de Dios, con el obrar del Espíritu Santo. Porque chikos, solos no la hacemos.

¿Y si la persona que me lastimó está muerta? Pues, en ese caso, lo dices en presencia de otra persona, tu pastor , consejero, líder, amigo o de alguien que lo represente.

Como dije, todo caso es particular y único.

No dejes que el resentimiento y la amargura por falta de perdón tomen el control de tu vida. Decide perdonar. La vida es tan corta, tan temporal que no se puede desperdiciar energia alimentando un sentimiento tan retorcido que no solo te afecta a ti mismo sino a quien te rodean y quienes sufren las consecuencias son, sin lugar a dudas, las personas a quienes más amas. Así que, no vale la pena vivir así, sobretodo cuando la solución esta en TUS MANOS. Y por último, en este asunto, al único que le das balas para que te dispare es a tí mismo.

Ora y pídele a Dios que te perdone por no perdonar y que te guie en la dirección correcta.



La Rorra

marysaenzp@gmail.com