sábado, 27 de agosto de 2011

¡SOS! LLEGÓ A LA ADOLESCENCIA… ¿Y AHORA QUE HAGO?

Todos tenemos un lugar que nos inspira o un momento del día, qué se yo. En mi caso, tiendo a inspirarme en la cocina de mi casa, mientras hierve el arroz con canelita, clavo y cáscaras de limón. Tampoco sé porque cada vez que me siento a escribir con una idea, a las dos líneas termino escribiendo de otro tema…cosas de las musas.

Vayamos al tema.

Soy madre de un adolescente ¿Y AHORA QUE HAGO? Esa es la pregunta que acompaña mi día a día. A medida que pasan los años las decisiones que tomamos son cada vez más complicadas, pasamos del “¿qué ropita le pongo?” al “¿la dejo tener enamorado?” y muchas veces nos sentimos tan inseguros como lo están nuestros propios hijos, temblamos cada vez que nos dicen “¿te puedo preguntar algo?”. Cada día de estos años, sobre todo este último, me he acostado y despertado haciéndole una sola pregunta a Dios “¿ESTOY HACIENDO LO CORRECTO?” El efecto que puede tener esa sola pregunta en nuestras acciones y decisiones es simple y complicada a la vez, porque la respuesta no es de sí y no, infelizmente, y lo digo porque entonces nuestro mundo volvería estar en pie y no de cabeza, como lo está desde el día en que nos convertimos en padres.

La Biblia dice que en la multitud de consejeros está la sabiduría, pues bien, eso es lo que hice, buscar y preguntar y seguir buscando, aunque igual me levante por la mañana y me acueste por la noche preguntándome si tomé o no la mejor decisión. De hecho desde hace ya algunos meses vengo buscando ayuda, guía, paciencia, más ayuda, consejos, mucho más paciencia, tiempo, libros, estudios, muchisisísima más paciencia…para que ambas sobrevivamos esta etapa adolescente sin morir en el intento y noten que uso el plural, porque como dije antes tanto padres como hijos remamos el mismo bote.

¿PADRES O AMIGOS?

La crianza de los hijos es un asunto de lo más peliagudo, cada uno tiene sus propias ideas de cómo debe hacerlo, además estoy convencida de que la gran mayoría de padres pasamos por la etapa de “qué crezcan de una vez” y también por la de “¿porqué no te quedaste bebé?” ¡Qué contradicción! Nosotros, los afortunados padres, vamos creciendo juntamente con ellos, atravesamos todas las etapas juntos, no importa cuantos hijos tengamos, sea uno solo o cinco o seis (¿Qué? ¿no tienes tele?) porque cada uno es un mundo distinto, una experiencia distinta y también dolores de cabeza distintos.

La realidad, aunque no siempre los padres queremos reconocerlo, es que los hijos no se quedan bebés por siempre, ojala fuese así, pero como bien me dijo mi hija “Así es la vida pe’ má” Los niños crecen y su percepción del mundo que los rodea también. Pasamos por la etapa de la infancia y siguiendo la actual tendencia sicológica, siendo complacientes porque total “son niños”, “ya crecerán”, dejamos que niños de 2, 3 o 10 o 13 años tomen decisiones y tengan una libertad que no les corresponde a su edad. Les preguntamos desde qué quieren comer (como si nos fueran a contestar “brócoli” en vez de Mc Donald’s) hasta si quieren ir o no a algún sitio. Preferimos evitar los conflictos en casa, porque venimos cansados de trabajar, y dejar que ellos hagan lo que quieran, cuando quieran y como quieran con tal evitar una pataleta o de no verlos con las caras largas. Los dejamos porque creemos que es mejor ser “amigos” ser “buena onda” que ser padres con autoridad. Nos sacudimos la responsabilidad y se nos olvida, pues, que somos nosotros quienes mandamos en casa y no ellos.

Y créanme, yo he cometido ese error infinitas veces.

Van pasando los años y llega la temible adolescencia. Poco a poco van desprendiéndose de nosotros y van independizándose intelectual y emocionalmente, están en un proceso de cambio y descubrimiento de sí mismos. Es un proceso difícil para ellos, hay que darles la razón (manito al pecho, please). Entendamos que más allá de las muestras de rebeldía, existe una persona que se siente insegura a causa de sus propios cambios (los cambios físicos se dan antes que los psíquicos), que busca su individualidad intentando no ser como sus padres quienes a su vez, confundidos quizá por esos cambios físicos, les piden que se comporten o decidan como adultos, entonces como respuesta a esa frustración viene la agresividad y también, como no mencionarlo, está el factor hormonal jugándoles una mala pasada. Esta verdad, no ha cambiado ni cambiará. Los adolescentes son así.

Sin embargo, no entiendo que ha pasado en los últimos 20 o 30 años en cuanto al concepto del ser padres. Es como si hubiese habido un punto de quiebre, como si los nuevos papás decidieran ser distintos cambiando el modelo “antiguo” dándole un vuelco a la educación de los hijos, amparándose en tendencias psicológicas que ponen en tela de juicio todo lo recibido anteriormente, como si todo hubiese sido de la patada, de lo peor, totalmente equivocado. No sé ustedes, pero yo tan mal no he salido.

Entonces los chicos van creciendo con un sentido de libertad equivocado, con un sentido de amor y de afecto tergiversado y un sentido de seguridad y autoestima descaminado. Creemos que hacemos lo correcto al no ponerles límites y no ejercer nuestra autoridad, al dejarlos “ser”. Soy una madre con una fuerte tendencia consentidora, lo reconozco, pero a tanto no me llega como para que mi hija de 14 ande sola por la calle con los amigos a las 10 de la noche o que vaya a una discoteca, solo por poner unos ejemplos (aunque por esto último me soplé casi una semana de crisis, de llanto, de cara larga).

Es más, muchas veces cometemos el error de pensar que por que nuestros hijos fueron criados en “cuna evangélica” o porque nosotros somos cristianos, serán los niños más buenos, obedientes y santos del planeta ¡cuán equivocados estamos! Es más bien todo lo contrario. Los niños criados dentro de la burbuja evangélica tienden a rebelarse aún más que los niños que fueron criados fuera de ella y son el blanco predilecto de la presión social. Ser niños cristianos no los inmuniza de tener una naturaleza pecaminosa, más bien la Biblia nos enseña que los jóvenes (todos) son insensatos, son necios. Nosotros, oh santos padres cristianos, queremos creer que porque van a la iglesia no querrán ir a lugares que sabemos que no les convienen, que porque les enseñan a no mentir en la escuela dominical no nos van a engañar, no van a pecar, no van a meter la pata. Preferimos muchas veces ponernos una venda en los ojos y no ver lo que nuestros hijos, de cuna evangélica (o no) quieren hacer o hacen con nuestro permiso o sin el. No nos engañemos, ni seamos así de inocentes. Nosotros fuimos terneras alguna vez, que nosotros seamos cristianos y nuestros hijos hayan crecido siendo enseñados en las Escrituras no significa que el modo de actuar adolescente haya cambiado. Por otro lado, que la vaca recuerde cuando fue ternera va mucho más allá de simplemente dejar que se hagan el corte punk porque nosotros llevamos un afro o que se pinten el pelo de azul cuando nosotros lo llevamos rubio platinado o que sacudan el cuerpo con Britney Spears cuando nosotros lo hicimos en Woodstock. Como dice mi papá “eso es arroz”, es decir, eso no es lo importante. Es más bien recordar toda esa inseguridad, todas esas preguntas, toda esa presión, toda la frustración que sentimos cuando nosotros atravesamos esa etapa y comprenderla y ayudarlos, sin que esto nos libere de nuestra responsabilidad o nos convierta en padres-amigos.

Vuelvo a la pregunta, entonces ¿qué hacemos? La pregunta del millón, ¿no?

Como padres cristianos estamos conscientes de nuestra responsabilidad para con ellos y para con Dios en este sentido.

Como padres estamos llamados a criar a nuestros hijos, ejerciendo nuestra autoridad basada en el amor y temor a Dios. Ejercer nuestra autoridad quizá implique decir NO y tener que soportar caras largas. Ejercer nuestra autoridad implica establecer límites, enseñándoles que el concepto de AMOR Y LIBERTAD no es dejarlos hacer lo que les da la gana. Ejercer nuestra autoridad también en inculcarles valores que no solo deben respetar en casa, sino también fuera de ella. Ejercer autoridad, por otro lado, no significa escudarnos en el facilismo de la PROHIBICION. No creo, personalmente, en una educación restrictiva y prohibitiva sin ton si son, el hecho de que seamos cristianos no nos convierte en “ciudadanos de la burbuja celestial con sede en el planeta tierra”. Con prohibirles “por que lo digo yo” solo vamos a lograr que lo hagan a nuestras espaldas o en nuestra cara pelada, da igual como lo hagan pero de que lo hacen lo hacen. Para mí, la prohibición no genera confianza, más bien, desconfianza. Yo conozco amigas de mi hija que se deschavan cuando vienen a mi casa ¿porqué? Tampoco podemos darles una libertad que no es adecuada para su edad, ni permitirles que hagan lo que les de la gana con tal de ser padres-amigos, convenciéndonos que así aprenden, cuando más bien les creamos más angustia e inseguridad al lanzarlos a un mundo para el cual aún no están preparados y encima, después de dejarlos a su suerte, castigarlos porque metieron la pata.

Es más bien, a mi humilde entender, una mezcla de ambos. No podemos ser unos tiranos y mantenerlos encerrados entre las rejas de nuestra casa y tampoco ser unos blandengues padres pisados por nuestros manipuladores hijos. Como todo en la vida, debe haber un sano equilibrio.

Educarlos, guiarlos y disciplinarlos es una parte, la otra es confiar en Dios en primer lugar y en ellos también. Hay un lema que dice, “la confianza genera confianza” es decir, la confianza tiene dos caras. Por un lado tu confianza en Dios y por el otro lado la confianza que transmitimos a nuestros hijos. Dios te dice: “confía en mí, entrégame a tus hijos” y tú decides o no confiar en Dios. Tu hijo te pide permiso, se lo das (mensaje: confío en ti, en que llegaras a la hora que te digo, que irás donde me dices, etc) estás confiando en él. Tu hijo confía en que lo dejarás ir a un lugar donde estará seguro, que no es peligroso, es decir confía en tu juicio (aunque no lo diga o se moleste si le dices que no). Y a pesar de todas la educación, de toda la guía, de todos los consejos y todas las precauciones, igual se equivocarán, igual fallarán, porque te tengo una primicia,: nuestros hijos no aprenden de nuestros errores. Nosotros cometimos los nuestros y ellos cometerán los suyos propios. Es parte del proceso, es así como maduran. El “porque yo lo hice no quiere decir que le voy a permitir que lo haga también” no es la respuesta. Es prepararlos para pelear sus propias batallas, mostrarles el camino, mostrarles el error si se equivocaron y enseñarles a enfrentar las consecuencias de sus decisiones, premiándolos si hacen bien o disciplinándolos cuando corresponde hacerlo.

Ser padres no es una tarea fácil y ser padres de adolescentes es más complicado aún. La pregunta es ¿Qué tipo de padre quieres ser? Puedes ser un padre-amigo que le permite todo a sus hijos, que permite amigos dentro su cuarto, un padre-amigo que no pone límites pero que tampoco da mucho afecto o que no son capaces de entrar al cuarto de los hijos porque la puerta está cerrada y “respetan su privacidad”. O puedes ser un padre ejerciendo la autoridad de Dios en amor, que establece límites, que permite amigos en la sala y no en la cama, que dicen “te quiero” pero que son consistentes y regañan cuando tienen que hacerlo, que cumplen los castigos y premian lo bueno, que abrazan y besan aunque los rechacen, porque sabemos que todo eso es pura pose (bien que vienen corriendo a nuestra cama cuando tienen pesadillas o se acurrucan en nuestro regazo cuando tienen fiebre) que entran a los cuartos aunque la puerta esté cerrada y han aprendido a decir no aunque nos pongan cara larga por una semana.

Una vez que hemos decidido que clase de padres queremos ser, entonces solo nos queda como dije, educar, guiar, disciplinar y orar esperando que toda esa educación, toda esa guía y disciplina y sobre todo, toda esa Palabra los ayude a tomar las mejores decisiones.

PD Está etapa…también pasará. ;) Disfrútala..!!


Mary

La Rorra

sábado, 11 de junio de 2011

¿YA SACASTE TU PASAPORTE? Reflexiones para el Perú… luego de la tinta indeleble

¡Por fin terminaron las elecciones! Para mí, han sido meses y meses de náusea total: La ropa sucia, la limpia, la de uno, la del otro y hasta la del vecino, se han lavado a vista y paciencia de todo el Perú y balnearios, con el beneplácito de unos y el horror de otros. Los peruanos hemos vivido un tiempo cargado de violencia, de mala leche, de resentimientos, de odios, de vendettas personales y grupales, hemos sido testigos, una vez más, de cómo cada quien busca su propio beneficio a cualquier costo: político, social, moral o espiritual (porque nada en este mundo es gratuito). Podríamos empapelar el globo terráqueo con las razones para tal comportamiento, correctas e incorrectas, justificables o no y lo más probable es que tendríamos que remontarnos miles de años hacia atrás, pero no pretendo gastar mi precioso tiempo y el de ustedes hablando de política. Francamente, estas dos elecciones tan polarizadas, sucias y violentas, nos han dejado cansados y hastiados, pero ha llegado el momento de dejar todo eso atrás y mirar hacia adelante. Y es ese el tema que quiero tratar ahora, porque ¿quién no está haciéndose preguntas en este momento? ¿quién no anda preocupado o quien no ha empezado a plantearse estrategias? y generalizo, porque todos estamos apretujados en ese mismo coche, sean creyentes o no.

Así que permítanme comentar algunas cosas que he percibido en estos pocos días poselecciones dentro y fuera de la iglesia.

DE PALABRAS… Y PALABRAS.

Hace un par de días me comentaron que en una congregación, “un@ profet@” (no estuve allí, no me consta que lo sea o no lo sea) había dicho que la iglesia “iba a dar un giro, que iba cambiar”, a lo que inmediatamente mi interlocutor añadió su apreciación personal “eso solo puede significar pruebas, así que, bla, bla…”.

Me permito estar en desacuerdo con ambas cosas (la “palabra” y la apreciación”) por lo siguiente:

Una verdadera palabra profética no es parcial, no está sujeta a voluntad humana ni a coyunturas políticas, sucesos desagradables, desastres naturales o tiempos de bonanza o crisis económica (con esto no estoy diciendo que Dios no pueda hablar a la iglesia en un momento o situación determinada) porque fíjense que quizá nuestros hermanos cuya opción política resultó ganadora estarán felices y se sentirán bendecidos, esperanzados y optimistas y hasta me atrevería a decir que la “palabra profética” que estarán recibiendo será de “lluvia de bendiciones” para el Perú y etc, etc. Todo lo opuesto a lo que pueden estar recibiendo en el otro bando que ya empiezan a trazar planes para capear los tiempos “difíciles” que le tocará vivir al país, para las “vacas flacas” y estas palabras “proféticas” como la expuesta líneas arriba se lanzan a diestra y siniestra para respaldar este sentir, ocasionando temor, preocupación y desazón dentro del cuerpo de Cristo. Por lo cual concluimos que todo depende del lado del espejo en que lo mires.

Dicho esto me pregunto: ¿en qué quedamos? ¿son tiempos de prueba o no lo son? ¿quién tiene la razón? O siendo un poco más aguda preguntaría ¿quién es profeta y quién no lo es? ¿a quién le hacemos caso?

Francamente y lo digo con una mano en el corazón, siempre he sido extremadamente escéptica con eso de los “profetas” y las “palabras proféticas” o con el muy mentado sonsonete evangélico ese de que “te lo digo de parte de Dios” o la muy de moda del “siento de parte de Dios” No me digan que nunca se han cruzado con uno de estos hermanos que se las dan de santos elegidos y se lanzan a “canalizar” tal “palabra de parte de Dios” que hasta el Huachano queda como un bebé de cuna ante tal necedad. Y los que los escuchan son todavía peores que estos pobres desubicados (que pecan más de ignorancia que de altivez), porque andan detrás de ellos como quienes van a que les lean el tarot para saber “qué opina Dios” o si Dios les va a contestar o no, si se van a casar o no ¡Ay caray! ¡Santos Borregos, Batman! Ojo, que con esto no estoy afirmando que no existan hermanos con un ministerio profético probado o que en un momento específico algún cristiano o tú o yo, podamos recibir una palabra de ciencia, de sabiduría o una palabra profética verdaderamente inspirada. Yo creo en los dones del Espíritu Santo.

El problema en sí, está en la ignorancia (de la Palabra de Dios), como siempre.

No nos confundamos. La profecía, bíblicamente hablando, no es sinónimo de “ver el futuro” a lo bola mágica, así como tampoco es poseer un don de adivinación o la capacidad de cambiar mágicamente nuestro futuro o circunstancias otorgándole poder a nuestras palabras, pensamientos o actos. Una palabra profética verdadera nunca caerá en contradicción con la Biblia, no sembrará pánico, no generará división, no pretenderá crear nuevas doctrinas o “visiones” o deidificar a cierto predicador o guía espiritual.

En este punto es bueno recordar que la profecía, como todo don espiritual, debe cumplir dos propósitos fundamentales: el de glorificar a Dios (Efesios 3:21) y el de edificar, consolar y exhortar al cuerpo de Cristo (1ª Corintios 14:3, Efesios 4:12) no para fundar nuevos movimientos o vaticinar desastres de escalas apocalípticas. Tampoco, como se enseña en muchas congregaciones para manipular o tener control de las circunstancias que nos rodean (“profetiza” que tu hijo será un misionero, “profetiza” que eres próspero, “profetiza” que eres sano…agg!! que new age) como si la profecía fuese una habilidad humana y no un don del Espíritu Santo, así que hablemos claro:

"...porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo..." (2a. Pedro 1:21)

Ahí está el meollo del asunto, NO POR VOLUNTAD HUMANA, así que no por mucho que te arrodilles sobre chapitas, hagas una maratón de oración o ayunes 360 días, podrás forzar una profecía o una palabra de ciencia o sabiduría. Así como tampoco ningún pastor, evangelista, misionero, maestro, consejero, telepredicador, ministro, cantante o cualquier hermanito por muy santo y ungido que sea (o pretenda ser) puede profetizar por que le da la regalada gana.

Entonces volvemos a nuestra pregunta ¿a quién rayos le creemos? ¿quién tiene razón? ¿ellos? ¿nosotros? Bueno, la “verdad verdadera” solo la encontramos en la Palabra de Dios, que es Palabra viva y eficaz, y añado, como ya lo he comentado infinidad de veces en este blog: utopías, solo en los libros.

Tengamos cuidado con lo que decimos y con lo que escuchamos. No nos dejemos llevar por las emociones del momento. No olvidemos que los ojos del mundo están puestos sobre nosotros, en la iglesia de Cristo, así que si nosotros nos dejamos llevar por nuestras emociones, por lo que opinan los demás o si no ponemos un filtro entre lo que creemos y lo que verdaderamente debemos creer, seremos presa fácil del enemigo quien nos quitará la paz o nos vendará los ojos ante la realidad y sea como sea, alcanzará su objetivo que es alejarnos de Dios. Ya pues, no le demos el gusto.

OHHH…GRRR...SNIF…PSSSSSS….

Lo cierto, también, es que la mitad de la población ha caído en el pesimismo, en el desconcierto, en la desesperanza y el resentimiento. Los mensajes de pánico vuelan y se multiplican exponencialmente por todo el ciberespacio. La bolsa de valores tuvo que cerrar por las enormes pérdidas económicas. Preocupación, incertidumbre, por donde quiera que uno mire. Y en ese saco, infelizmente, también hay cristianos.

No lo voy a negar: yo también me asusté cuando vi el flash, luego me asaltaron toda clase de dudas, para finalmente sentirme triste. Y les puedo asegurar, por las razones equivocadas. Esta vez no voy decir que soy marciana porque me he identificado plenamente con las emociones humanas. Así que no se sientan mal, es natural, es lo que nos hace humanos. Lo malo es quedarse estancado en esa desesperanza, en trazar estrategias sin sentido como irse corriendo a sacar el pasaporte (que me parece lo más tonto ¿A dónde vas a huir? ¿A EEUU? Por favor, están peor que nosotros ¿a Colombia con las FARC? ¿a Venezuela con Chávez? ¿a Europa posmoderna?). Tampoco digo que te tires a la bartola y no me vengas con esas tonterías de que como todo va a ir de mal en peor, entonces ¿para qué esforzarnos? ¿para qué trabajar? ¿para que estudiar? A lo que yo respondo ¿Cómo que para qué? (coscorrón y cachetada de por medio) Que yo sepa hasta el momento no han llovido mangos, psss…

Pasados estos días y ya calmadas, en cierta medida, las aguas, es tiempo de detenernos a reflexionar en nuestra actitud y en qué o en quién estamos poniendo verdaderamente nuestra confianza ¿en Dios? ¿en nuestros ahorros? ¿en nuestra visa?

Entonces me pregunto, si ante un cambio de presidencia nos desmoralizamos, nos asustamos, perdemos la esperanza, la confianza y el gozo ¿Cómo sería si tuviésemos que vivir tiempos de persecución? Entonces yo te pregunto ¿ESTAS LISTO PARA RECIBIR UNA BALA POR CRISTO? Ante tal perspectiva, créanme que estas circunstancias pierden relevancia ¿o no? Si bien los tiempos son inciertos, si bien parece que sobre nosotros se ha posado una nube negra otra vez, les aseguro que DIOS sigue siendo real y su Palabra sigue siendo cierta.

“¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? …Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” – Romanos 8: 35- 39 (NVI).

Ajá! Ni lo presente ni lo porvenir, ni hambre, ni violencia NADA nos puede separar del amor de Dios, así que creo que el plan de “don pésimo” o “doña angustia” están fuera de lugar en la vida de un verdadero cristiano, porque como ya mencioné antes, los ojos del mundo están puestos sobre nosotros y mientras nuestras palabras son simples susurros, nuestras acciones dan testimonio a grito pelado de nuestro Dios ¿es que acaso nuestro mensaje es de temor e incertidumbre? La verdad es que quizá en algún momento nos falte salud, dinero, trabajo o la vida misma, pero Dios siempre permanece fiel, tengamos la certeza de que no nos va dejar ni abandonar a nuestra suerte, además nuestra esperanza no está puesta en este mundo ni en las cosas de este mundo, sino en Jesucristo mismo.

Para terminar

Vivimos y vendrán tiempos malos llenos de violencia, de maldad, de corrupción, de degeneración en todo sentido; tiempos en donde lo que hoy es malo mañana será peor. No nos engañemos creyendo que un día, porque tal o cual candidato ganó las elecciones, un día prenderemos la tele y Perú habrá ganado el mundial de fútbol, no habrán noticias deprimentes, no habrá crisis económica, no habrán violaciones, no habrán borrachos al volante, no habrán políticos corruptos, guerras, pobreza o hambrunas ¡estamos advertidos desde hace más de 2000 años! Así que no entiendo porque los creyentes cerramos los ojos e ignoramos esta verdad e insistimos en vivir en nuestra rosadita y redondita burbujita espiritualoide, cerrando nuestras puertas a un mundo necesitado, callando nuestro testimonio ante los perdidos, y lo que es peor aún, creyéndonos moralmente superiores a ellos e invulnerables ante los sucesos que nos rodean, creyendo que tal o cual cosa no nos acontecerá porque lo “confesamos”, sintiéndonos seguros, cómodos y confiados con nuestra libertad de culto atiborrándonos de toda clase de doctrinas torcidas solo porque lo enseña tal o cual televangelista, o porque lo leímos en el libro de Menganito o porque Sultanito es un misionero extranjero y seguramente que por eso “sabe más y tiene razón” y tonteras más por el estilo olvidándonos que la Biblia tiene un mensaje claro, conciso, preciso e imperativo. Nosotros solitos, por nuestro propio pie e indiferencia, caemos en la trampa del enemigo, cuyo fin es hacernos olvidar que nuestra misión es ser testigos de Cristo Resucitado y que la única Palabra verdadera está entre las tapas de nuestra Biblia y no en los labios de nadie, sea quien sea.

La humanidad está bajo las garras de nuestro enemigo y todas estas cosas que nos paran los pelos de punta y nos hacen vomitar de asco, aumentarán exponencialmente ante la inminente segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Será entonces, como sucedió en los tiempos de Noé, en que Dios Padre dirá ¡BASTA! Y la iglesia, golpeada y perseguida, quizá cansada por la lucha titánica de arrebatarle las almas al enemigo y los ataques que tiene que enfrentar día a día, verá cumplida al fin su esperanza, cuando la seamos arrebatados y nos encontremos con nuestro Señor y Salvador Jesucristo en las nubes.

¿Estás listo?

1 Dios mío,
tú eres mi luz y mi salvación;
¿de quién voy a tener miedo?
Tú eres quien protege mi vida;
¡nadie me infunde temor!
2 Cuando mis malvados enemigos
me atacan y amenazan con destruirme,
son ellos los que tropiezan,
son ellos los que caen.
3 Me puede atacar un ejército,
pero yo no siento miedo;
me pueden hacer la guerra,
pero yo mantengo la calma.
4 Dios mío,
sólo una cosa te pido,
sólo una cosa deseo:
déjame vivir en tu templo
todos los días de mi vida,
para contemplar tu hermosura
y buscarte en oración.
5 Cuando vengan tiempos difíciles,
tú me darás protección:
me esconderás en tu templo,
que es el lugar más seguro.
6 Tú me darás la victoria
sobre mis enemigos;
yo por mi parte
cantaré himnos en tu honor,
y ofreceré en tu templo
sacrificios de gratitud.
7 Dios mío, te estoy llamando:
¡escúchame!
Ten compasión de mí:
¡respóndeme!
8 Una voz interna me dice:
"¡Busca a Dios!"
Por eso te busco, Dios mío.
9 Yo estoy a tu servicio.
No te escondas de mí.
No me rechaces.
¡Tú eres mi ayuda!
Dios mío,
no me dejes solo;
no me abandones;
¡tú eres mi salvador!
10 Mis padres podrán abandonarme,
pero tú me adoptarás como hijo.
11 Dios mío,
por causa de mis enemigos
dime cómo quieres que viva
y llévame por el buen camino.
12 No dejes que mis enemigos
hagan conmigo lo que quieran.
Falsos testigos se levantan,
me acusan y me amenazan.
13 ¡Pero yo sé que viviré
para disfrutar de tu bondad
junto con todo tu pueblo!
14 Por eso me armo de valor,
y me digo a mí mismo:
"Pon tu confianza en Dios.
¡Sí, pon tu confianza en él!"

Salmos 27 (TLA)



PD.
Me gustaría dejar en claro que este no es ni pretende ser un estudio del don o ministerio profético, es más bien, una mirada fugaz a la actitud de muchos cristianos (no digo que todos, ojo) en el Perú a raíz de las recientes elecciones presidenciales, las mismas que han dejado un clima de desazón en la mitad de nuestra población.

La Rorra


jueves, 14 de abril de 2011

VOTAR O NO VOTAR…HE AHÍ LA CUESTION

Una pregunta rondaba por mi mente desde que supe del resultado de la primera vuelta “¿ y AHORA, QUE HAREMOS?” y como yo piensa el resto de peruanos que votó por algún candidato de derecha o centro derecha. No se equivoquen, no pienso hacer proselitismo político, ni campaña por uno u otro candidato a la segunda vuelta o por la “tercera opción”. Por el contrario, lo que quiero es hacer una pequeña reflexión sin caer en clichés espiritualoides o berrinches resentidos o meter más leña al fuego, por más que quiera…y lo digo con total sinceridad.

Somos seres humanos y como tales vivimos en el planeta tierra dentro del contexto de una comunidad a la que llamaremos Perú. Ojo, aclaro que no soy ni pretendo ser analista política ni gran conocedora de las Escrituras, así que no esperen de estas líneas un “análisis político desde el punto de vista bíblico” porque estarían perdiendo su tiempo.

Entonces, volviendo a mis filosofadas rorrales me preguntaba ¿porqué estamos en el panorama que estamos? ¿Por qué en esta disyuntiva? ¿Porqué el deja vú? y por otro lado ¿qué papel hemos jugado los cristianos? Tampoco esperen respuestas, pues. Sin embargo…

Mis estimados bloggeros, tienen todo el derecho de estar molestos, frustrados y preocupados (este es mi caso) si vuestro candidato no pasó a segunda vuelta o alegres, satisfechos y optimistas si es que sí lo hizo. Ambos estados de ánimo son respetables y entendibles. Nadie piensa igual, nadie tiene la misma forma de ver las cosas. Es política, simplemente eso y siempre ha encendido pasiones, como el fútbol (jamás entenderé porqué es tan “apasionado” mirar a once hombres patear una pelota de un lado al otro de la cancha) y lo hace por la simple razón de que ellos, quienes ocupan cargos públicos, son los encargados de velar por el bienestar de la sociedad: el tuyo, el mío y del gato del vecino. Entonces, como siempre sucede, cada quien quiere que sus intereses prevalezcan sobre el otro o que hagan tal o cual cosa de la manera que a nosotros nos parece mejor o que lo haga fulanito o menganito porque nos parece más capacitado o simplemente nos cae mejor. Así se forman los partidos políticos, por coincidencias de pensamiento, de ideología o de intereses y nosotros tenemos el deber y el derecho de votar por aquellos que se acerquen más a nuestra línea de pensamiento.

Es un error pensar que el cristianismo y la política no pueden funcionar juntos. También es una equivocación pensar que los cristianos no pueden entrar en política o tener una ideología política. Es más bien, todo lo contrario. Tener una idea o vocación política no te hace menos cristiano ni cristianoide, ni cristiano frío o hipócrita. El meollo de todo esto es que Dios nos llama a cada uno a realizar una tarea específica, dentro o fuera de la congregación, dentro o fuera de nuestro país o al servicio público o privado. Mas allá de eso, como todos los mortales, tenemos el derecho de tener una idea clara de cómo queremos que funcione nuestro país y quienes queremos que nos representen en el gobierno.

Empecemos por entender que elegir a nuestros gobernantes por voto popular está en la Biblia y es una demanda de parte de Dios para cada nación.

“Escojan de cada una de sus tribus a hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que sean sus jefes." Deuteronomio 1:13 (NVI).

Moisés y los israelitas están dando vueltas por el desierto y se multiplicaron muchísimo (comprendemos, no había tele) y la carga del gobierno estaba muy por encima de la capacidad física (y noten que digo física) de Moisés,

“En aquel tiempo les dije: "Yo solo no puedo con todos ustedes” Deuteronomio 1:9

Entonces, Moisés le pidió al pueblo que eligieran jueces de entre el pueblo para que ayuden a Moisés en esta tarea que era gobernar o juzgar al pueblo.

“Escojan de cada una de sus tribus a hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que sean sus jefes." Deuteronomio 1:13 (NVI).

El pueblo escogió o votó, como le diríamos hoy en día y escogió a sus gobernantes. Supongo que no todos estarían de acuerdo con los escogidos, pero como diríamos hubo consenso (Deut. 1:14) es decir, el pueblo se puso de acuerdo y aceptó a quienes habían sido elegidos para esa tarea, y Moisés delegó su autoridad a ellos.

“Así que tomé a los líderes de sus tribus, hombres sabios y experimentados, y les di autoridad sobre ustedes. Los puse como jefes de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y como funcionarios de las tribus” Deuteronomio 1:15 (NVI).

Queda claro, entonces, que los cristianos estamos obligados cumplir con esta demanda, el de elegir a nuestras autoridades y someternos a ésta (Romanos 13:1-4).

Así que ya pasó la primera vuelta y estamos en una disyuntiva ¿votar por uno? ¿Votar por otra? ¿No votar?

Como cristianos y entendiendo nuestra responsabilidad no podemos dejar de elegir, por tanto no podemos votar en blanco o viciado.

Con nuestro voto en blanco avalamos la ausencia de gobierno, es como decir “no me importa quien salga elegido, no escojo, que gobierne a quien le dé la gana”. Mientras con el viciado mostramos una tendencia a la anarquía “me llegan los que están acá, no me gusta así que me rebelo”.

Por el otro lado y refiriéndome específicamente a nuestras circunstancias, es entendible nuestra renuencia a escoger alguno de la lista por muchas razones. Ambos tienen carga criticable. Pero debemos escoger. No podemos pedir perfección, pero podemos escoger a quien de entre los dos se acerque más a nuestra escala de valores, lo más cercano a quien nos gustaría que sea nuestro gobernante ideal, aunque en nuestra escala del 1 al 10 se acerque a 0.5, piña. Muchos piensan que votar por uno o por otro recaerá en sus conciencias, creo que es mas bien todo lo contrario.

Tarea difícil para todos ¿verdad?

Finalmente, recordar que la higuera está floreciendo. No podemos esperar naciones viviendo en la utopía, así como tampoco que por ser cristianos viviremos en una burbuja de paz y armonía escondidos en nuestros bastiones espirituales ajenos a todo lo que sucede a nuestra alrededor, mientras las demás naciones y los no cristianos se pudren en la inflación, la guerra civil o los desastres naturales. Hemos sido bendecidos con 10 años de relativa paz interna, donde el Perú ha podido ver un poco de luz y de crecimiento económico y donde aún disfrutamos de libertad de expresión y de culto. Nos ha tocado nuestra cuota de escasez y sufrimiento, quizá antes que a todas mas demás naciones vecinas y quizá por eso Dios nos ha permitido tener este tiempo. Sin embargo, el mundo se prepara la segunda venida de Cristo, pero antes de su antagonista a quien recibirán con los brazos abiertos porque justamente, el mundo y su economía y su estructura moral se desmoronaron, porque el mundo destruido y corrompido estará en busca de un “salvador” que les prometa “paz y seguridad”. Así que no seamos ilusos y abramos los ojos a la realidad. Quizá no sea este año, ni el próximo, a lo mejor será dentro de 5, 10 o 20 años, pero la Biblia nos advierte que habrá maldad, que habrá guerras, divisiones e inmoralidad aumentado exponencialmente ¿y nosotros pedimos utopías? Hagamos nuestra parte, votemos por quien nos de un poco más de aire antes de la zambullida, quien nos mantenga en un estado de derecho, que demuestre respeto por la vida, que crea en la democracia y en la libertad de culto y expresión. Más allá de eso, es pedirle peras al olmo.

Sí, somos cristianos. Sí, Dios es fiel y nos provee para todas nuestras necesidades. Pero somos parte de este mundo y las circunstancias que nos rodean afectan nuestra economía, nuestro día a día, y nuestra libertad individual y colectiva. Quizá después de la segunda vuelta tengamos más o quizá tengamos menos que antes, como siempre digo, la prosperidad no se traduce en abundancia de dinero o de bienes, sino en la capacidad de lograr afrontar esas circunstancias en completa paz, esa que el mundo no entiende ni entenderá, que podremos alimentar a nuestras familias y vivir confiados cualquiera que sea nuestro destino. Ese es el verdadero milagro del que habla la Biblia.

Espero comentarios...aunque me apaleen.


Mary

lunes, 14 de febrero de 2011

YO JUEGO, TU JUEGAS, NOSOTROS JUGAMOS

¿A que no adivinan donde estoy? Les cuento que descubrí un nuevo huequito para mis rorradas bloguísticas, la verdad es que ya estaba un poco cansada del Starbucks (es que hay mucha gente x_x). Me gusta mucho mi nuevo refugio (y por supuesto también el café) y estoy tan emocionada que tengo dedorragia o lo que sea que eso signifique. En fin. Como siempre, yo sola me entiendo.

Hace unas semanas que vengo meditando respecto a un nuevo post, he tenido varias ideas rondándome por la cabeza pero por más que lo intentaba no lograba darle forma, la verdad es que andaba un poco frustrada al respecto. Siento decirles que esta Rorra estuvo un poco seca de ideas… hasta que hace poco le escuche algo a un pastor y cito “los musulmanes no juegan a la religión” y ¡plop mayúsculo! mis estimados lectores. Se me pararon todos los pelos al caer en cuenta que esa afirmación distaba mucho de ser una simple frase o una exageración. Esa verdad me cayó como un baldazo de agua fría. Creo que más bien se sintió como una cachetada de ida y vuelta, porque sentí que esa verdad me señalaba directamente a mi, con ese dedo acusador, con esa sensación de sentirse culpable porque sabes que lo eres o lo haz sido o lo estás siendo y sigamos conjugando, porque el que esté libre, que tire la primera piedra…o apague su ordenador.

Hace mucho tiempo que jugamos a ser cristianos. Es una verdad triste y dolorosa, pero por más que lo queramos ocultar, no se puede tapar el sol con un dedo (tampoco las cochinaditas porque tienen patas cortas, ja,ja!) Si observamos un poco a nuestro alrededor veremos que la realidad es que las congregaciones se han vuelto algo así como una burbuja elitista donde solo entran a los que escogemos para compartir nuestro saludo secreto y por supuesto que a lo que me refiero va más allá de ir bien vestidos, participar de todas las actividades y toooodas las cosas en las que nos involucramos y que se vuelven parte de nuestro activismo o rito cristiano. Este enfriamiento espiritual ha causado que nuestra conciencia colectiva se cauterice contra el mal que campea a sus anchas entre los nuestros, hemos dejado de ser conocidos como los “aleluyas”, los “come biblias” o los “hermanitos” y nos hemos mimetizado con el sistema mundano que nos rodea, ahora somos “cool”. Hemos hecho sacrificios y concesiones a nivel moral en aras de un supuesto modernismo con el fin de ganar prosélitos que han repercutido en el bienestar espiritual de la iglesia. Sí, quizá las congregaciones estén creciendo en número, pero los cementerios también.

Así que, seamos honestos y reconozcamos que la actual situación de la iglesia se debe a un solo factor: NOSOTROS, TU, YO, EL, ELLA, osea se trata, como siempre, del factor humano. No es que no lo sepamos, porque lo peor de todo, es que lo sabemos, nos lo dijeron, nos lo advirtieron, pero la verdad, no nos importa. Por eso digo, es triste y doloroso, pero cierto (y al que le caiga el guante que se lo chante).

Definitivamente, soy de las que cree que la salvación se pierde. Sé que hay muchos que creen que una vez que recibiste a Jesús en tu corazón como tu Señor y Salvador, eres salvo por siempre y para siempre (o una vez salvo siempre salvo). Yo no lo creo así. Tampoco creo que Jesús anda con su lápiz Mongol y su borrador azul y rojo y anda escribiendo y borrando, escribiendo y borrando cada vez que pecamos. Simplemente y basándome en las Escrituras, creo que hay ciertas cosas que ameritan la pérdida de nuestra Salvación. ¿O me van a decir que alguien que alguna vez fue cristiano y que vive en adulterio y que encima se sienta feliz con eso, siga siendo salvo? No lo creo. Alguien con una conciencia endurecida al pecado y que vive en pecado y que se regordea en su pecado, no puede ser salvo, aunque alguna vez haya sido una persona súper consagrada, llamada, usada y levantada por Dios. Y para muestra un botón: Saúl. Escogido y llamado por Dios, ungido, levantado, usado y desechado luego por su pecado.

Es que el libre albedrío es un arma de doble filo. Claro, Dios es sabio y quizá pensó “yo no quiero robotitos, no necesito más ángeles, no quiero que alguien me ame porque así está programado. No. Yo quiero que alguien me ame por su propia voluntad, sin ninguna obligación” así que nos hizo libres para decidir amarle, seguirle y honrarle, y libres también para decidir nuestro destino eterno. Pero lamentablemente, el hombre no es sabio, por eso hacemos lo que hacemos, seguimos lo seguimos y creemos lo que creemos aunque eso signifique creer en teorías sin pies ni cabezas, ideas estúpidas o sectas radicales. Y ya quisiéramos los cristianos ser así de consagrados como esos pobres ilusos. Y esa fue mi reflexión respecto a la frase del Pastor. Tomemos, por ejemplo, al islamismo. Muchos seguramente, cristianos o no, se preguntarán cómo es que una religión tan radical puede haberse multiplicado a la centésima potencia en tan poco tiempo, pues la respuesta es bien simple: los musulmanes no juegan a la religión, no juegan a ser musulmanes, no juegan con sus dogmas, no juegan con los mandatos del Alá, pues señores, Alá dijo y aunque eso signifique que se tengan que enchufar 10 kilotones de dinamita a la cintura y volarse en millones de partículas, no lo piensan ni lo negocian, simplemente lo hacen. La religión islámica tiene médula espinal, está arraigada en el corazón, la mente, el cuerpo en forma individual y colectiva.

¿Se imaginan que diferente sería nuestra vida, nuestro hogar, nuestro entorno o de que manera influenciaríamos nuestra comunidad si fuésemos una pizca de radicales de lo que son los musulmanes?

Sí, sabemos los cristianos que hacia el final de los tiempos la maldad alcanzará niveles alarmantes, aunque para ser sincera, si es que los niveles actuales de depravación y violencia no son alarmantes, no quiero imaginarme como será después si es que Cristo no viene pronto. Sabemos también que las religiones falsas avanzarán y las sectas proliferarán como espuma, así como también los falsos cristos. Pero y aquí viene el pero, Jesús nos exhortó a ser verdaderos discípulos y ser verdaderos discípulos implica mucho más que asistir a la iglesia los domingos, estudiar la Biblia y servir en algún ministerio. Y no digo que esté mal. Sí, hay que congregarnos. Sí, hay que estudiar la Biblia. Sí, hay que servir en el ministerio al cual hemos sido llamados por Dios. Sí, pero que no quede en un mero formalismo religioso. Como dijo Jesús, es necesario hacer esto sin dejar de hacer lo otro (paráfrasis mía).

Mis hermanos, un verdadero seguidor de Cristo amará en primer lugar y por sobre todas las cosas a Dios, sea como sea y cueste lo que cueste, aunque sea la vida misma. Un verdadero seguidor de Cristo amará su Palabra y se esforzará por cumplirla. Un verdadero seguidor de Cristo dará un buen testimonio no solo en la iglesia, si no y por sobre todo, a los “de afuera” para que nuestra predicación no solo sea de palabras, sino de hechos y que estos hechos hablen de nuestra vida, de nuestra integridad, de quienes somos y a quién seguimos, porque ya saben como va el dicho “dime con quién andas y te diré quién eres” ¡Cuántas veces me ha tocado presenciar el fin de una poderosa predicación con una actitud soberbia! ¡Cuántas veces me he dejado llevar por mi temperamento y he lastimado a alguien a quien quería ganar para Cristo! Y me pongo yo en primer lugar con tres golpes de pecho (por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa) porque sé que soy la primera que seré juzgada por ser indiferente, fría y dura y los que dos o tres que me conocen pueden dar fe de que de mi caparazón no salgo aunque se esté cayendo el cielo, la luna y la mismísima vía láctea sobre medio Perú.

Así que ya es hora que la iglesia de Dios se despierte. Ya es hora que tú, que yo y que todos empecemos a vivir una vida que le agrade a Dios y que deje una buena impresión en aquellos que no conocen a Cristo. Vivamos como verdaderos seguidores de Cristo y que se note en nuestras conversaciones, en nuestras opiniones, cuando caminamos por las calles, cuando le predicamos a los desconocidos y más aún a nuestros conocidos, en nuestro trabajo, en el colegio, en las plazas, en las combis y aún en la misma congregación, que se note, insisto, que se refleje a Cristo en nuestras vidas.

Ya es hora que dejemos de jugar a ser cristianos y vivamos como verdaderos creyentes y seguidores de Cristo, porque entonces y solo entonces, Cristo será nuestra medula espinal, nuestro Centro, nuestro Universo. Unámonos y causemos estragos en territorio enemigo, salgamos de nuestras trincheras y luchemos con todas nuestras fuerzas en esta batalla a muerte por cada alma perdida y ganémoslos para Cristo. Y así cuando nos toque poner el pecho para recibir la bala, podremos mirar al diablo con una sonrisita cachacienta, sacarle la lengua y decirle “Yo me voy al cielo y tú te asarás en el infiero… lero lero”.

Si pues, aunque me excomulguen.