jueves, 17 de abril de 2008

AGRADECIDOS CON DIOS

Cuando era niña, me preguntaba por qué tenía que agradecerle a Dios
por una comida que no quería comer. En mi mente inmadura, la gratitud sería la respuesta adecuada si se tratase de la comida que yo quería -como una hamburguesa con papas fritas, no espárragos. Así que, ¿por qué tenía que estar agradecida por algo que no quería?

En la esfera humana, mi pensamiento era lógico. No todo lo que la gente nos da es para nuestro bien. Y por supuesto, no todo lo que queremos es bueno.
Pero la situación con Dios es diferente. Tal y como Cristo nos lo recordó, los padres amorosos no les dan a sus hijos una piedra en vez de pan, o una serpiente en vez de un pescado. Y Dios es muchísimo más amoroso que nuestros padres terrenales (Mateo 7:9-11).
Esto no significa que los hijos de Dios puedan esperar una vida libre de dolor y de tensiones. Santiago no sólo nos dice que toda buena dádiva viene de nuestro Padre celestial (1:17), sino que hemos de «tener por sumo gozo» cuando «[nos hallemos] en diversas pruebas». La prueba de nuestra «fe produce paciencia», y la obra de la paciencia nos hace «perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna» (vv. 2-4).

Aun cuando recibamos algo que no parece bueno, podemos estar agradecidos porque sabemos que hay más de lo que podemos ver. Lo que parece ser un regalo imperfecto puede ser el medio por el cual Dios nos perfecciona. -

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