Hace unas semanas atrás me reuní con una persona X en una pequeña cafetería cerca a mi casa. Charlábamos sobre trivialidades, sobre cine, el último libro leído, los problemas en el trabajo y cosas por el estilo: estaba pasando un buen rato. Hasta que se acercó el encargado e hicimos nuestro pedido: una torta de chocolate con una bola de helado de vainilla y una taza de café para ella (¡qué envidia!) acto seguido, el mozo se dirige a mí y yo como siempre después de no entenderle un comino le contesto “¿perdón? ¿Serías tan amable de repetir la pregunta?” y con una sonrisita me repregunta si voy a tomar lo mismo que ella, le contesto que no y pido tan solo una taza de café negro sin azúcar. Una vez que se retiró el mozo mi acompañante me clava la mirada y muy seriamente asegura “Y parece que no has cortado la maldición generacional del colesterol alto y la sordera de tu familia ¿no?” ¡Por supuesto que me quedé boquiabierta y patitiesa! Luego de unos segundos de consternación, suspiré con absoluta resignación, “no puede ser ¿porqué siempre me tocan a mi?”, me preguntaba con desilusión. A continuación un extracto de nuestra conversación (¿o debería decirle “aclare”? Eso, lo dejo por cuenta de ustedes):
Yo: Mira darling ¿qué puedes asegurar con tanta frescura acerca de lo que yo hago o dejo de hacer?
Ella: Ah pues, que si hubieses cortado esa maldición ya estarías sana, también la de tus oídos y la del…
Yo: ¿O sea que si como o no como, si oigo o no oigo es porque tengo una maldición? ¿o si me enfermo también tengo una maldición o no oro los suficiente? Estás recontra equivocada, oye.
Ella: Ah ¿entonces porqué sigues sin comer ah? Ya ves… la Biblia dice que si pidiéremos con fe y de acuerdo a su voluntad nos será hecho, algo hay por eso Dios no te ha sanado pues, es súper obvio.
Yo: Watson en primer lugar no me alimento como camionero porque “se cuidar mi cuerpoooo” y no ando zampándome diez mil calorías al día y luego andar diciendo que tengo una maldición generacional de sobrepeso en mi familia, no cheka, tienes que aprender a cerrar el pico y asumir que si estás gorda es por tu culpa, ni es una maldición, ni es culpa del diablo. En segundo lugar, tú no estás dentro de la mente de Dios para saber porque hace o no hace las cosas, así orásemos diez mil horas bajo la lluvia, sobre chapitas y en ayuno permanente si Dios no quiere ¡MANAN!
Ella: La oración “mueve” la mano de Dios.
Yo: ¿Y desde cuando Dios es mi chulillo? ¿O Dios es un títere? ¿Qué te pasa? ¡El no es nuestro mandadero! Dios haz esto, Dios haz lo otro y ¿porque yo lo digo lo tiene que hacer?…juuuaaat?
Ella: Ay, no se puede hablar contigo (se molesta y me tuerce el gesto, la comprendo, cuando me dan cuerda soy inaguantable, me dio penita…snif…).
Yo: No te me sulfures darling, lo que pasa es que si hay algo que odio son los sinsentidos, las doctrinas incoherentes y los “cristianos” que se sientan en su trono de supuesta justicia, se juran intocables e infalibles y andan señalando con el dedo la paja en el ojo ajeno y sin mirar el tremendo palazo que tienen en el suyo…no te sientas mal, no es tu culpa, tu doctrina está un poco entreverada, eso es todo.
Moraleja: Nunca se metan conmigo si no conocen el tema y/o no están preparados para mi respuesta… ñaca, ñaca, ñaca (PD: Por favor, Rorra solo hay una, luego no me echen la culpa de que no los aguantan, jo,jo,jo).
Entonces, hablemos nuevamente de “hechos”. El cuerpo humano es una maravilla: ese es un hecho. El cuerpo humano se enferma, envejece: ese es otro hecho. Dios obra milagros: Eso es absolutamente innegable, PERO por algo se les llama “milagros” es decir, una intervención divina y sobrenatural que rompe las leyes naturales a favor de alguien en una circunstancia específica.
Así que, dejémonos de cuatro cosas y hablemos con la verdad.
Tomemos como ejemplo el problema de sobrepeso de esta X persona: si nosotros comemos y comemos como marabuntas no hay que ser un genio para darnos cuenta que vamos a engordar, que circunstancialmente dentro de esa familia exista un problema de sobrepeso no es excusa para tirarnos a la bartola y echarle la culpa del problema a una maldición generacional o al pobre diablo, lo cual significa que hay ciertas circunstancias que nos toca vivir que son de nuestra responsabilidad (por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa) porque: no cuidamos lo que comemos, vivimos una vida sedentaria, no descansamos lo suficiente, hacemos cosas que no debemos hacer, nos descuidamos, gastamos más de lo que ganamos, andamos endeudándonos, no tenemos paciencia, no sabemos sujetar nuestra lengua, no tenemos dominio propio, no trabajamos (y encima esperamos que nos lluevan mangos!) y qué sé yo, cosas por el estilo. Hay otras que se deben a factores ambientales y/o estacionales (por fin algo que no es nuestra culpa, eh?) como una gripe, una virus estomacal, un brote de varicela, whatever. Y también están las que suceden nada más, no sé un accidente, un robo, algo se te perdió…etc.
Saquémonos de la cabeza de una buena vez la idea de que ser cristianos es una vacuna contra las enfermedades, problemas económicos, emocionales, familiares, accidentes, metidas de pata, tontedades y un largo etcétera; tampoco que si cualquiera de estas cosas te sucede a ti o a alguien es porque es portador de una “maldición generacional” o es un cristiano incrédulo o frío o tiene un “pecado oculto” o algo malo pasa en su vida. No necesitas pasar por una consejería, liberación, encuentro o desencuentro porque te despidieron o porque no te alcanzó el dinero o porque te dio la gripe porcina o porque te caíste de trasero por las escaleras. Antes de lanzarnos con todo contra el diablo o romper una maldición generacional (óiganme esas cosas no funcionan como hechizos, por siaca) DETENTE, RESPIRA Y SÍ, ANALIZATE. No pierdas el tiempo si te caíste porque el piso estaba mojado y te fracturaste el brazo (y ahora no me digas que el diablo mojó el piso…), si te dio la gripe porcina anda tómate tu Tamiflú, si tienes el colesterol elevado deja de comer grasas pe oe, si no te alcanza la plata analiza tu presupuesto, no te endeudes y si quieres ese televisor de plasma de último modelo color negro de 72” que está ya no ya, ahorra pues! Una vez que hemos asumido nuestra responsabilidad dentro de la situación que estamos atravesando, ahí sí, ahondemos, ahí sí te apoyo, ahí sí veamos si de verdad lo que te sucede se debe a una maldición generacional o un pecado oculto o algo por el estilo. Mas si después de haber hecho lo que debes hacer con el diablo, con la maldición, con el pecadillo aún no pasa nada, don’t worry, que no te salgan canas prematuras por algo que no está en tus manos hacer, porque comprendamos que las intervenciones sobrenaturales son de jurisdicción celestial, es decir si Dios quiere y El siempre tiene la razón y no nos corresponde a nosotros cuestionarlo. Se que quizá hoy no veas el camino de salida, quizá no veas la solución y tu futuro se ve más negro que el agua del río Rímac, ten la absoluta certeza de que Dios está al tanto de tu problema, no creas te está ignorando, por supuesto que te escucha y a El no se le pasa absolutamente nada.
Vivir con esperanza es bastante difícil incluso para aquellos cuyas circunstancias no son tan duras y ciertamente tendemos a sobredimensionar los problemas porque éstos nos aturden, nos abruman, nos ciegan de tal forma que todo se vuelve denso y oscuro; sin duda alguna, no perder la fe y la esperanza es todo un logro en un mundo donde reina el escepticismo incluso dentro de la iglesia, pero tampoco podemos tapar el sol con un dedo, mirar hacia otro lado e ignorar los problemas porque creemos que nada nos puede tocar por el hecho de ser cristianos. Todo extremo es una debilidad, tanto si agrandas las cosas como si les restas la debida importancia y de ambas debemos cuidarnos, estar alertas.
¿Saben? Siempre me hacen la misma pregunta: ¿porqué crees que Dios no te ha sanado todavía? Y yo siempre les contesto lo mismo “No sé” pero, sino estuviese atravesando esta situación estoy más que segura que mi vida sería absolutamente distinta y créame, se los digo en un arranque de cruda honestidad, de esas que son raras en mí porque no le digo nada a nadie (sorry, es que vivo pa’ dentro como el caracol): no cambiaría un segundo de lo vivido porque me trajo hasta aquí y hoy puedo ver mi vida desde otra perspectiva, desde un ángulo que no hubiese podido apreciar antes. Sí, se me desenfocó la vida, me cambiaron el guión en pleno rodaje, perdí mi perspectiva, tuve que reconsiderar mis metas, es decir, me voltearon la torta, pero si algo aprendí (y continúo en la escuela) es que se puede vivir con esperanza con los pies bien puestos en la realidad y que además a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien y yo doy fe de ello.
La Rorra