Pero oye Rorra “somos cristianos pues”…Sí, si, ya sé, ahora cuéntame una de vaqueros.
Miren: sé que es la costumbre vendernos un evangelio de remate, donde todo es victoria, optimismo, prosperidad y ganancia, pero la realidad es otra y nos mira a la cara todos los días. Y ¿a quién no le ha pasado que lo señalan y lo acusan de mal cristiano o cristiano tibio o cristiano hipócrita? Si ya andábamos con las justas con nuestro espíritu, eso termina por hundirnos en el fondo del charco debajo del barro del hongo de la bacteria del tronco donde se sienta un feroz cocodrilo y se vuelve harto difícil sacar la cabeza a la superficie nuevamente, porque esa realidad en la que se ha convertido nuestra vida es de miedo, y nos quedamos ahí, solos, espantados y enlodados, esperando que se nos acabe el aire porque a final de cuentas “ya no vale la pena” “Dios no me escucha” “mi vida no tiene sentido” “¿qué no ves como es mi vida”… ¿Qué pasa? ¿De quién es la culpa? ¿Castigo? ¿Karma? ¡¡¡Qué es!!!
Quizá soy la única marciana y solo yo me he sentido así alguna vez. Quizá solamente los que vivimos en la nebulosa jupiteriana le hemos preguntado a Dios ¿qué quieres de mí? ¿Para qué estoy aquí? Tal vez y solo tal vez, solo yo he sentido que estoy cargando un saco de errores, que pesa tanto que la verdad he pensado que no vale la pena siquiera intentar dar un paso. Si pues, quizá sea así o quizá solo estoy contando cuentos.
La pregunta entonces es ¿cómo hacemos para vivir esa realidad sin sucumbir en el intento? ¿Cómo hacemos para que esa realidad no enfríe el amor que sentimos hacia Dios? ¿Cómo hacemos para que no nos afecte y tampoco afectemos a los que están a nuestro alrededor? ¿Cómo hacemos para no volvernos unos cristianos escépticos?
HUMANOS ANTE TODO
Primero que nada, problemas siempre vamos a tener, períodos de prueba, de escasez, de enfermedad, de tristeza, de pérdida, de tentación porque: somos SERES HUMANOS y repito HUMANOS, por favor, como siempre digo, aún no vivimos en el cielo, todo lo contrario vivimos en un mundo caído en manos de nuestro enemigo sujeto a maldición por nuestro pecado, un mundo que clama por su redención, un mundo que hemos arruinado con nuestras propias manos, aún somos mortales y moriremos todos, sin excepción alguna, aunque seas cristiano, budista, católico o ateo, nadie vive para siempre; aún estamos rodeados de maldad, aún tenemos que luchar contra las tentaciones, contra nuestra naturaleza inclinada al pecado. Sí, hasta que Cristo vuelva o nos llame a su presencia mis queridos bloggeros, tenemos que seguir remando. Así que discúlpame si te pinché el globo, pero ángel no eres y tampoco vives dentro de una burbuja.
Partiendo de aquí, todo es mucho más sencillo: no te enfermas porque estás poseído o cargando una maldición generacional o porque no eres un buen cristiano; te enfermas porque te agarró un virus que flota en el ambiente, porque no te abrigaste bien, porque comiste un chicharrón en mal estado o porque había algo en tu cuerpo que no trabajaba muy bien. Así de simple.
TIRA LA PIEDRA, ESCONDE LA MANO
Vamos, se sincero, a veces sí es nuestra culpa. He recibido muchos emails de hermanos que se preguntan porqué están pasando por tal o cual situación y mi sorpresa no es nada grande, más bien es algo que me espero con demasiada frecuencia, enterarme que esa mal llamada “prueba” no es sino el resultado de sus propias decisiones. Así es: ni el diablo, ni Dios, ni el mundo tienen la culpa, solo tú y yo por tomar decisiones que: a) No le agradan a Dios… b)…sobre las cuales nunca le preguntamos nada… c)…sin analizar todo el contexto, es decir, lo que implica tomar esa decisión, sea que ésta involucre comprar un nuevo par de medias o casarse o viajar, cosas por el estilo. Sí te comiste tres panes con chicharrón, cebolla, camote frito y tu taza de quácker, entonces no te quejes de estar gordo y mal del estómago. Y ¿qué hay con las deudas? Ahhh pues mira tú, tarjetita por aquí, tarjetita por allá, televisor de plasma, las últimas Converse y quién sabe que más, entonces no es que Dios no te provee para tus necesidades, es que tú usas mal la provisión que Dios te da. La deuda es una plaga, sin duda, que se ha extendido al pueblo de Dios con una la velocidad de un fórmula 1. ¿Te casaste con un inconverso? O ¿tienes relaciones antes o fuera del matrimonio? No te puedes quejar entonces de un divorcio, de un matrimonio infeliz o un embarazo no deseado. No podemos pretender pues, tomar malas decisiones y tener una vida próspera (ojo que prosperidad no solo se traduce en dinero) feliz y bendecida.
Así son las cosas, como siempre le recuerdo a mi hija, toda acción y decisión tienen sus consecuencias, para bien o para mal y si tuvimos la suficiente valentía para tomarlas o llevarlas a la acción, de la misma forma, tenemos que tener coraje para asumir lo que viene después. Como bien dicen, a lo hecho, pecho.
YO NO FUI, FUE TETÉ
A ya, ahora llegamos al temita, a la muletilla: “las maldiciones generacionales”. Al respecto, tengo que decir que no estoy de acuerdo porque no es un tema que se sostenga por sí solo, bíblicamente hablando, es más bien un conjunto armado y promovido por aquellos que alegan tener un “ministerio de liberación”. Con seguridad puedo afirmar, que han escuchado muchas “enseñanzas” al respecto, sin ir muy lejos, una conocida tele-evangelista sostiene en su libro de “maldiciones generacionales” que problemas de índole humana como “problemas en los pies, dolores de cabeza, migrañas, enfermedades del corazón, complejos de inferioridad, insomnio, esclerosis múltiple, nervios, infartos, pobreza, hijos rebeldes, familiares inconversos, preocupaciones de cualquier índole…etc, son producto de maldiciones generacionales”. Lo cual quiere decir que todas las cosas malas que ocurren “pueden ser” resultado de una maldición generacional. Sobre ese tema, hablaremos en su momento, a lo que quiero llegar con esto es que debemos mantenernos alertas, a Satanás le encanta mantenernos entretenidos, mis queridos bloggeros y utiliza este tipo de enseñanzas para alejarnos de la raíz de todos los problemas: NOSOTROS MISMOS. Claro, que fácil, no fuiste tú nooooo fue Teté y pégala, pégala que ella fue. Asumir la responsabilidad por nuestros errores no es fácil, ni lindo, ni bonito, ni cómodo, por lo que es más fácil echarle la culpa al otro. Si quieres culpar a alguien, te doy un secreto infalible: mírate en el espejo, ahí esta el culpable.
La vida, en sí, no es fácil. Es un viaje en el que nos encontramos, cada cierto tanto, en medio de encrucijadas que definen nuestros próximos pasos y nuestro futuro. Confiamos a en Dios, sí, lo hacemos y creemos que El siempre va a cuidarnos y proveernos de todo lo que necesitamos. Pero es importante recordar que tenemos libertad de decisión y de acción, de ahí todas las advertencias que encontramos en la Biblia, por tanto debemos actuar y decidir con responsabilidad, para que luego no tengamos que lamentar las consecuencias. Pero, hey! No somos infalibles, nos vamos a equivocar (si alguien no se equivoca, avíseme pues, quiero conocer al marciano) sí eso sucede, tranquilidad amigos, tranquilidad. Incluso, las metidas de pata más monumentales sirven para aprender y enmendarnos. Hoy conversaba con un buen amigo y estábamos de acuerdo en que TODAS LAS COSAS AYUDAN A BIEN A LOS QUE AMAN A DIOS y queridos, TODAS LAS COSAS, son todas, no algunas, no depende de. Si amas a Dios, ten por seguro que esa situación tan mala, tan desagradable e interminable, Dios la usará para tu bien. Así que ponte de pie, sacúdete el polvo y sigue caminando.
No sé que situación estén atravesando ustedes, pero sí se y estoy segura, que aún en medio de esa oscuridad, una columna de fuego nos ilumina el camino, para que sigamos andando por el camino correcto. Como me gusta pensar, todos los plazos se cumplen e incluso, la sentencia más larga llega a su fin.
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