No sé a ustedes pero a mí los días se me pasan demasiado rápido. Bromeo con las chicas de mi oficina diciéndoles que me concediesen un deseo, que sea un día de 30 horas, porque nunca tengo suficiente tiempo para todo lo que tengo que hacer.
Recuerdo que cuando era niña, las horas en el colegio eran demasiado largas, no veía el momento de que suene la campana y regresar a mi casa, la navidad me parecía lejana, como si faltase una eternidad para poder abrir los regalos y ni hablar de las vacaciones ¡nunca llegan! A pesar del tiempo transcurrido, mis recuerdos más vívidos son de aquellos días en mi casa de La Victoria, los veranos en la playa, los campamentos en la ACJ, mis amigos del colegio y los primeros años en la iglesia con quienes tuve la bendición de vivir la adolescencia. Extraño la cadencia de aquellos días, su inocencia y sus valores. Hoy todo es diferente. Hoy todo transcurre tan a prisa que los recuerdos no llegan a formarse del todo en nuestra mente, nuestro presente es tan solo un borrón sepia en comparación con el colorido collage de nuestra infancia.
Demos una mirada veloz a nuestros vecinos, nuestros compañeros de oficina, nuestra propia familia o mejor aún a nosotros mismos, estamos envueltos en la rutina, en los afanes del día y de los días por venir hasta el día de nuestra muerte, estamos preocupados por alcanzar (o aparentar que tenemos) cierto status social y económico que nos atrapa en el consumismo. Quizá, como siempre sostengo, soy una marciana y por ende, la única que a sus 34, siente que los años transcurren como un soplo y que todo se me pasa tan rápido que tengo déficit de días y lo digo con toda la sinceridad del mundo y mis compañeras de trabajo pueden atestiguar que mil veces “se me han perdido los días”… ¡hay que encontrarlos!
Así que después de una búsqueda exhaustiva de ciertos “martes” feriados y fiestas de guardar, llegué a la conclusión de que uno nuestros bienes más preciados es el tiempo, y lo digo, porque éste nos permite disfrutar de todo lo bueno que Dios nos da.
EL TIEMPO… ¿ES DINERO?
El tiempo es el tirano de nuestra época y el Príncipe de la potestad del aire lo sabe, porque, irónicamente, se le acaba el tiempo, así que nos quita lo que sabe que no podemos comprar, ni podremos recuperar y que con su paso nos lleva inexorablemente hacia nuestro destino final, al punto de no retorno, en donde no podremos decir “lo haré mañana”, “cuando me jubile”, “cuando mi hijo termine la universidad”, “esta es la última llamada, lo prometo” y excusas por el estilo, porque el día que nos lleve la parca, mis hermanos, tendremos que dar cuenta por cada fracción de milisegundo de nuestra existencia.
“El tiempo es dinero” ¿quién no ha escuchado esa frase aunque sea una vez en su vida? Partiendo de esa premisa todo ha perdido perspectiva. La paciencia no es una virtud que se cultive hoy en día, vivimos en el mundo del “lo quiero para hace cinco minutos”, porque el tiempo es dinero, porque si no termino esto no hay plata, porque si trabajo más horas tengo más dinero para pagar las deudas que tengo y tengo deudas porque lo quiero “ya” lo quiero “hoy” porque “no tengo tiempo de esperar”. El tiempo, dice el mundo, es dinero y el dinero, es poder. Entonces, vivimos esclavizados por el concepto que el mundo tiene del tiempo y trabajamos más horas, compramos cosas más caras y no nos conformamos con nada ¿contentamiento? ¿Qué es eso?
El tiempo, no es dinero ni poder. El tiempo, es vida y no podemos usarlo “a cuenta” ni pedir tiempo prestado; porque el tiempo, mis queridos bloggeros, se va y no regresa, lo que dejamos de vivir hoy, no será lo mismo mañana, cada milésima de nuestros segundos cuenta, sino pregúntenle a un corredor olímpico y por lo tanto, debemos aprender a usarlo con responsabilidad.
“aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”…Efesios 5:16 (RV).
86,400 SEGUNDOS…
…1,440 minutos, 24 horas por día, que debemos aprender a usar con sabiduría. En pro de un manejo más eficaz del tiempo, la tecnología ha dado un despegue impresionante en los últimos 20 años. Incalculables fortunas y cantidades de vidas se han dado para permitir que hoy tengamos los recursos que nos permiten traspasar barreras.
Volviendo a la hora de la nostalgia recuerdo que cuando estaba en el colegio había un sistema de amigos por correspondencia, enviabas tu carta y esperabas que vuelva, podían pasar semanas, meses o incluso años, como me pasó a mí y cuando le cuento a mi hija que esperar cartas tomaba cierto tiempo, me pone ojos de huevo frito porque para ella, que es de la generación de los Smart Phones, no concibe la vida sin tener la respuesta al alcance de un mensaje de texto.
¿En qué estamos usando nuestro tiempo? O pongámoslo de otra forma, si el tiempo fuese una cuenta bancaria ¿cómo y en qué estás gastando tu vida? ¿Estás con déficit de tiempo?
La “pérdida” de los días no es algo gratuito, es el resultado de no tener claras nuestras prioridades y lo digo con una mano en el corazón y otra en el bolsillo. Una vez que tengamos claras nuestras prioridades debemos establecer cómo y de qué manera hacer buen uso de nuestro tiempo=vida, tal como dijo Pablo.
Ya sé que lo más importante en nuestra vida es Dios, nadie cuestiona eso. Es más soy de las que cree que Dios no es una “prioridad” puesto que para un cristiano Dios no debe estar encasillado a las prioridades de nuestra lista, no es un 1 o un +1, Dios es el TODO de nuestra vida, presente en todo tiempo, lugar y circunstancia, así como respirar es indispensable para la continuidad de nuestra existencia (si vives sin respirar, avísame, nunca conocí a un ET) nuestra dependencia y relación con Dios debe ser de la misma forma.
Nuestras prioridades están establecidas por el concepto que tenemos de nuestro tiempo. Lamentablemente, nuestro concepto lo dicta nuestro entorno, nuestra visión de la vida y nuestros planes para el futuro, es decir, lo que quiero tener, lo que quiero comprar, lo que me gustaría hacer. Un poco tonto, creo yo, para alguien que sabe que el futuro ya está escrito y más aún, que el retorno de Cristo es inminente. Ojo, que no estoy diciendo que es malo hacer planes, como que vas a estudiar, que profesión quieres seguir, que viajes te gustaría hacer y cosas por el estilo, a lo que me refiero, es que nuestra meta no debe ser esa, nuestra visión de vida no debe ser cuánto dinero voy a tener en mi cuenta bancaria ¡no! Nuestra meta es y siempre será CRISTO.
7 días a la semana, 24 horas al día que debemos aprender a usar. Así que síganme la corriente un poco y pregúntense conmigo ¿qué fue lo que hizo Dios después de crear un hogar llamado Edén?
¿LOS INGALLS O LOS SIMPSON?
Dios creó al hombre y dijo “No es bueno que el hombre esté solo” y creo a la mujer como su compañera y así, creó a la familia.
Sea que estés casado o soltero, nuestra familia es lo más importante y quienes deben tener la prioridad de nuestro tiempo. Dios sabe que la familia es un oasis dentro de un mundo sin corazón, son nuestros incondicionales, nuestro hogar es nuestro refugio después de un día difícil de trabajo, el lugar donde buscamos amor, apoyo y comprensión…o algo parecido, porque según dicen los expertos, la familia del siglo XXI se parece más a los Simpson que a los Ingalls. La familia disfuncional es lo común hoy en día porque ya nadie tiene tiempo de compartir en familia y las tradiciones se van rompiendo, los valores se van perdiendo; el concepto de “familia” no es el mismo que hace unos 20 o 10 años o incluso hace apenas unas horas atrás.
Hay muchos factores que contribuyen a la ruptura familiar, pero una de las razones por las que sucede esto es porque llevamos trabajo a casa, sin querer queriendo ¿cómo así? A ver veamos: contestamos llamadas al celular o estamos pendientes de los emails, hacemos listas, adelantamos trabajo (porque eso nos haría ver más eficientes) entre otras cosas, y al final de cuentas trabajamos más de 8 horas, con o sin paga porque detrás de nosotros hay alguien que haría nuestro trabajo por menos sueldo y estarían más “comprometidos” con la empresa, tampoco tomamos vacaciones por temor al “serrucho” o nos tomamos las vacaciones pero estamos “pendientes” desde casa, es decir, seguimos trabajando, cuando debemos dedicarle ese tiempo a nuestra familia y a nosotros mismos. Claro, porque para todos, desde los empresarios hasta los obreros, el tiempo es dinero y dinero, es poder. Y trabajamos más, para no perder nuestro empleo, para hacer un viaje que nunca hacemos (porque no tenemos tiempo y cuando tenemos tiempo no nos alcanza la plata), para comprar la última TV, para mudarnos a un mejor barrio (como si no hubiese choros, pastrulos y malandros en las zonas VIPS).
Pero ciega no soy, cada vez más hay familias con dos padres que trabajan, lo cual hace que a nuestros hijos los crie la TV y el internet, o padres solteros que trabajan a morir para poder sustentar a sus hijos y no tienen otro remedio que contratar a MTV de niñera. O sino, estamos en casa, pero cada quien sentado frente a su ordenador o frente a la tele, cada quien comiendo cuando quiere y donde quiere, sin compartir, sin conversar, sin saber de la vida de la otra persona a no ser que esté en Facebook.
Y los cristianos no estamos exentos de esto, quienes creen que para ser “buenos cristianos” tienen que prácticamente vivir en la congregación. Ya lo he dicho antes, debe existir un sano equilibrio entre nuestra vida familiar, nuestro trabajo y nuestro servicio a Dios, el mismo que no está encasillado únicamente dentro de las cuatro paredes de la iglesia. No, mi hermano, no tienes que estar ahí mañana, tarde, noche y medianoche, ni asistir a todos los cultos, seminarios, talleres y parranditas de la congregación. Lo primero que Dios va a demandar de ti son las vidas que puso en tus manos: la de tus padres, tu cónyuge, hijos, abuelos, amigos… No puedes dejar de compartir con tu familia por que ese día tienes “ayuno” ¡ayuna en tu casa pues! No puedes priorizar el servicio al bienestar de tu familia, repito, si Dios no te ha llamado a ser mártir ¡no te conviertas en uno! Y de paso no metas a tu familia en el mismo saco. Y después nos preguntamos porqué el índice de divorcios entre cristianos a alcanzado cifras alarmantes. Tampoco nos escudemos detrás de nuestra familia para tirarnos a la bartola, no pues, equilibrio.
Entendamos pues, que la familia fue creada por Dios y debe ser nuestra prioridad y debemos darnos el tiempo de ser más hijos, más padres, más hermanos y más amigos, porque esa es la idea de Dios, por eso tenemos la capacidad de establecer lazos afectivos, que de otro modo no existirían. En medio de toda esta vorágine debemos aprender a valorar a nuestra familia, que es a final de cuentas, la bendición más grande que podamos recibir porque son vidas dentro de tu vida.
Ya sé que es un poco inconcebible nuestra vida sin nuestros gadgets, pero si dejamos un poco el celular, otro tanto el Facebook y un poco de tele, nuestras relaciones interpersonales cambiarán significativamente.
SAN BERRY Y SANTO GATES
Los avances tecnológicos avanzan a un ritmo vertiginoso, hoy te compraste una HP Pavillion de última generación que mañana está obsoleta. Hoy las redes sociales nos permiten mantener contacto con gente que vive en países y continentes distintos, incluso, aunque nunca se hayan visto en físicamente, donde lo que era cierto hoy, mañana es mentira, donde lo que parecía imposible de realizar, mañana ya no es un sueño, donde no tienes que tomar un avión para ver a tu amigo que está en Alaska mientras tu estás en la Patagonia; en resumen, vivimos en el mundo donde la tecnología, ha achicado al mundo, ha acercado continentes, ha dado a conocer culturas y lugares sin salir de casa y todo esto al alcance de un click. Ya no existen barreras, el concepto de “distancia” ha cambiado así como el del “tiempo”, así que si creías que tenías que tener poderes mutantes para romper la brecha “distancia-tiempo” estás equivocado, esa brecha ya se rompió.
No me malinterpreten, no voy a satanizar a San BlackBerry ni a San Gates. Creo que la tecnología es neutral, como la música, pero lamentablemente no todos tienen buen oído. Así son las cosas. Conozco gente que regresa a su casa, después de 40 minutos de viaje, porque se olvidó su celular ¡plop!
Hacer buen uso de nuestro tiempo también implica hacer buen uso de la tecnología sin permitir que ésta sea el centro de nuestra vida. Y la tecnología es tan solo eso, una herramienta, así que depende de nosotros utilizar los recursos que Dios nos da para aprovechar bien el tiempo.
¿PRIVACIDAD? ¿QUE ES ESO?
Hablando de hacer buen uso de nuestros recursos, muchos me han criticado por ser de pocas palabras, mejor dicho, prácticamente muda y por creer que “la libre expresión de las emociones es la muerte de la privacidad”. En este mundo hay pocas personas que realmente me conocen y entre ellos cuento a mis padres, mi hija y un par de amigos, los demás, lamento decirlo, no me conocen para nada o solo conocen lo que yo quiero o me parece que deben conocer, punto.
Soy una convencida de que esta época y con el auge de las redes sociales, ya no existe la privacidad. Todo tus contactos saben exactamente cómo eres, que haces, como vistes, que te gusta y quién te gusta, qué película viste últimamente, como se llaman tus padres, donde estudiaste, si fuiste o no a la universidad, en que distrito vives, etc. Y eso, si es que es lo mínimo porque hay gente que sube, no solo sus fotos públicas, sino también las que debería guardar bajo 7 llaves, quienes comparten su estado de ánimo, su rupturas amorosas, sus metidas de pata, su número de celular, la dirección de su casa, su talla de calzón y cosas por el estilo. Somos muy pocas las personas que utilizamos las redes sociales para darles el uso justo y necesario o simplemente no utilizarlas. Soy sincera, antes tenía Hi5, sónico, photobucket y a cuanta red me hayan invitado, pero luego comprendí que eso no es lo que Dios quiere para nosotros. Obviamente en la Biblia no dice “No te unas al Facebook” ¿pero qué utilidad tiene twittear 150 caracteres? Realmente es una pérdida de tiempo y el mal uso del tiempo es pérdida de vida y tu vida vale la sangre de Cristo.
Yo pregunto ¿Dónde quedó la privacidad? Y me responden ¿qué es eso?
Se que muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero creo que hay cosas que se pueden compartir, otras que deben quedar dentro de tu círculo íntimo y otras que no debes compartirlas nunca. Yo, la verdad, aún no entiendo porque sufrir en público o porqué el público debe enterarse que estoy contenta o triste o molesta o que me dejó mi pareja o que estoy en crisis económica, que me fallan las neuronas o que estoy a punto de patear al perro que no tengo.
Ya casi no existe la privacidad. Es la verdad. Desde el momento que se hiciste parte del ciberespacio eres uno más dentro de la red, uno más dentro de la telaraña que es la world wide web o más conocido como www y perdiste tu derecho a la privacidad, así que luego no te quejes de que te robaron tus datos personales, que tu foto en bikini aparezca editada en una página porno o que a tu pareja le de una ataque de celos.
Y hablando de eso también está todo este asunto de que las redes sociales nos permiten conocer a las personas…lo cierto en esto es que es una verdad a medias. Establecemos y mantenemos relaciones y pensamos que conocemos a los demás, cuando solo vemos el lado que quieren mostrar. Hay relaciones que se destruyen por un solo comentario en Facebook, por una frase en el Messenger, por una foto colgada en la red, o empezamos a hacer comparaciones en nuestras relaciones, lo que tenemos en casa vs lo que tenemos en línea. Idealizamos las relaciones, pensamos que deben ser como lo son en la red, que la gente no tiene defectos, que no tiene mal carácter y que no les huele el aliento. La fantasía con la que la ciber-vida nos envuelve rompe nuestro sentido de la realidad, la verdad y la humanidad.
LA CLAVE DEL EQUILIBRISTA
El punto del tiempo es saber EQUILIBRARLO, en encontrar la forma andar en esta cuerda floja que se llama VIDA y no dejar que la gravedad nos enchufe de cara el piso, así que redimamos el tiempo, como dice la Biblia, aprovechemos las oportunidades, gocemos de las bendiciones que Dios nos ha dado y aprendamos a distinguir entre lo que queremos y lo que en verdad necesitamos. Vamos, no necesitas el último iPod o el mejor gadget o toda la colección de Star Wars solo para decir o sentirte “próspero”.
Para que tengamos una buena cosecha debemos sembrar en buena tierra y el la época adecuada del año, por tanto no podemos vivir en el pasado, así como tampoco podemos vivir en el futuro, debemos vivir el presente, el hoy, el minuto que vivimos, porque cada día tiene sus propios problemas y afanes, así como sus propias bendiciones y buenos recuerdos.
Finalmente, aunque todo cambia y todo pasa, hermanos, JESUCRISTO es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
Con el k-riño de siempre,
La Rorra