viernes, 17 de agosto de 2007

QUEBRANDO MI ALABASTRO II

Simón, Judas o Maria?

Lucas 7:36 en adelante (paralelo Juan cap. 12- Mateo 26: 1- 14)


Ya habíamos visto en que consistía la verdadera adoración, que condiciones deberíamos reunir para que nuestra adoración al Señor afecte nuestra vida en forma integral. Ahora veamos este mismo pasaje desde otro punto de vista. Tenemos a tres personajes en esta historia, todos diferentes entre sí, todos con diferente crianza, con diferente nivel de educación, con diferente status económico y social, sin embargo los tres tenían algo en común : todos se encontraban frente al mismo Jesús, todos tuvieron la oportunidad de rendirle adoración ¡sin ningún tipo de reservas!

Si analizamos un poco vemos que esta situación no ha cambiado, diferente época pero igual : todos nos encontramos frente al mismo Jesús, tenemos las mismas oportunidades de rendirle adoración pero no todos tenemos la misma actitud. Las actitudes son un reflejo de la condición en la cual se encuentra nuestra vida, por ejemplo, si eres una persona alegre tus actitudes van a ser positivas, es decir, vas a reír, vas a estar con animo, vas a analizar las cosas viéndole el lado positivo, todo lo contrario sería si estas amargado... verdad? Todo te va a molestar, vas a tener una vena “crítica” por todo, si por alguna razón alguien te hace un comentario vas a cachetearlo con el hígado, con depresión, con derrotismo. Las actitudes que tenemos frente a determinadas circunstancias dicen mucho, por no decir todo, de cómo esta nuestra vida espiritual.

Es cierto que todos tenemos una forma diferente de percibir, rendir y exteriorizar nuestra adoración, y es lógico puesto que no todos somos iguales, no todos pensamos igual sin embargo tenemos alguien en común y ese alguien es Jesucristo.
La pregunta entonces sería Cual debería ser la actitud correcta cuando estoy adorando?

En este pasaje nos encontramos con tres personajes: Judas, Simón el fariseo y María. Cada uno manifestó una actitud diferente en la presencia de Jesús

Judas : El irreverente

Judas fue uno de los doce, hombre que gozaba del privilegio de pertenecer al circulo intimo de Jesús, que caminó lado a lado con El, lo conocía personalmente, hablaba con El, Lo acompañaba en su día a día, pero ¡que lejos estaba su corazón del Señor!
Judas no reconoció la presencia de Dios en la adoración, Maria se encontraba postrada y quebrantada delante de Jesús, por toda la casa se podía percibir el olor del perfume que ella había derramado en sus pies : El perfume físico y el de su adoración. Judas no tuvo discernimiento para entender lo que estaba haciendo María, así que como no pudo sumarse a ese momento tan precioso decidió no solo ignorarlo sino criticarlo. Su actitud frente a la adoración de Maria fue de desprecio. Se mostró indiferente.
El viejo Judas no había muerto: El corazón de Judas no había sido transformado, no perdió sus viejos hábitos (la Biblia lo llama ladrón), su condición de pecado continuó a pesar de haber conocido a Jesús y haberle servido. Había sido escogido, había sido testigo de los milagros y había sido enseñado por Cristo. Sin embargo su corazón no estaba rendido a El. Lo que sigue a continuación según el relato de Mateo es que Judas busca los sacerdotes para traicionar a Jesús, de ahí en más buscó la oportunidad de entregarlo.


Simón el fariseo: El Crítico
Simón era fariseo, conocía las escrituras. Había sido leproso, como tal, apartado de la sociedad, pasaba por esta enfermedad durísima y vio a Jesús como la respuesta a su problema, recibió sanidad de Jesús, mas la actitud posterior no fue la correcta. Simplemente lo invitó a una “cena”, trató de mostrarse agradecido por haber sido sanado, quizá su agradecimiento fue real, pero no estaba dispuesto a reconocer a Jesús no solo como su Sanador, sino como su Señor, Dios y Rey y no le rindió lo mas importante: su corazón.
Simón fue mas allá aún. Mientras María adoraba a Cristo, lo criticó por dejarse tocar por ella, no reconoció la divinidad de Jesús, lo tuvo por simple profeta y es más, hasta dudo que en realidad lo sea, a pesar de haber recibido un milagro de El. Simón no amaba a Jesús por lo que El era, por lo que representaba en su vida, sino por razón de la añadidura. Su adoración no era verdadera, era externa y carecía de todo aquello que sí le ofreció Maria. No era sincero. Jesús lo confrontó no solo con su adoración externa, sino con la dureza de su corazón.

3° María: La adoradora
María era una mujer pecadora, una prostituta. Ella había estado buscando la verdad, con sinceridad. Al estar en la presencia de Cristo, ella fue confrontada con su situación espiritual, tuvo un corazón dócil, humilde y dispuesto y encontró en Jesús a su Salvador. Al rendirse a El, su corazón fue transformado.
Ella adoró a Jesús y el perfume llenó toda la casa. Algunos como un simple perfume caro y otros como el aroma de adoración, pero todos percibieron el mismo perfume. Su adoración confrontó a otros con la presencia de Dios y sus pecados, sus viejas costumbres, su falta de fe, todo salió a la luz. Mientras esta mujer estaba siendo transformada a los pies de Cristo, los otros no.

CONCLUSIÓN

Cuantas veces nos llamamos “cristianos” , cuantas veces nos decimos “creyentes” , “seguidores de Cristo” , “siervos” pero sin embargo nuestro corazón está lejos de quien decimos seguir y amar. Nos olvidamos de nuestra decisión y andamos afanados, incluso en la obra de Dios. A veces, nos olvidamos que Jesús conoce nuestros pensamientos y las intenciones de nuestro corazón, como que queremos dorarle la píldora. Podemos sentir agradecimiento por las cosas que hace en nuestra vida, pero a pesar de ello, no le entregamos genuinamente nuestro ser. Es común pensar que con solo decir “gracias” alcanza, pero la verdad es que recibimos por pura gracia de Dios, por su infinita misericordia y su inagotable paciencia. Levantamos las manos, lloramos, vivimos una vida de aparente piedad a los ojos de los hombres, pero Jesús sabe la verdad. Cuando no pasamos tiempo en adoración, en la búsqueda de la presencia de Dios, perdemos nuestro primer amor, perdemos la fe, perdemos nuestra comunión. y nuestro corazón lo fragmentamos en “prioridades” dejando para Cristo lo que nos sobra, si es que sobra.
Podemos tomar una decisión respecto a nuestra vida HOY. Podemos ser como Judas, ser “creyentes”, “obreros” o “líderes”, servir en nuestras congregaciones y a pesar de percibir el olor de la genuina adoración, decidir por la carne, por los afanes de la vida, ser como aquella semilla que cayó entre espinas y terminar ahogados por los afanes y las riquezas, no llevar fruto. O podemos ser como el fariseo, haber experimentado el poder de Dios en nuestras vidas y sin embargo, no reconocer su grandeza, tenerlo como un “Dios de domingos” o de santa cena, “gracias Jesús, pero esto es mío. Mi trabajo no, mi familia no, mi dinero no” y por ende, no rendirle la adoración que El se merece. Adorarlo a “mi manera” no alcanza. O podemos ser como Maria, reconocer cual es nuestra condición ante el Señor y con un corazón sincero ofrecerle una genuina adoración a Jesús. No importa cuanto tiempo pase, el perfume de una verdadera adoración trascenderá la barrera del tiempo y estará continuamente presente para Dios y en nuestra vida, transformándonos a la imagen de Cristo y afectando a los que nos rodean.

No importa qué estemos haciendo, no debemos olvidarnos que la presencia de Dios se es SANTA .

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente articulo. Nunca habia visualizado la historia desde el punto de vista de la adoracion.

Pastora: Lourdes

Unknown dijo...

Hola Pastora Lourdes, fijate que yo tampoco hasta que Dios me lo dio, es una serie de 3 partes, no se si leiste la primera (¿?) en esta semana estoy publicando la parte que falta. Gracias por leer el blog. k-riños, Mary

Anónimo dijo...

Buenas noches

It is my first time here. I just wanted to say hi!